Pequeño y espontáneo homenaje a Hija de Perra, a siete años de su viaje al cosmos.
“Hija de Perra eres toda una dama”. Así comenzaba el poema que le escribí, cuando la conocí en el Femfest que se hizo en la Quinta Normal el año 2007. Recuerdo que esperé la micro sola en el paradero de Macul con Rodrigo de Araya, con un pote de frutillas en el bolso. Lucía siete meses de embarazo en una polera fuccia ancha con un vuelo de la misma tela en el ruedo. Le pedí una foto a la salida del baño, accedió con gusto. Perdí la foto y el poema.
Ese día la canción que más me gusto decía así:
“Sí, acepto quiero ser tu mujer
eternamente perfecta y fiel
No más felatios ardientes y fatales
No más besuqueos con mendigos de la calle
No más tortilleos con mis amigas
Dejaré las pornos por golosinas
No provocaré sexo en el baño
No me meteré con hippies artesanos
Desinfectaré mi vagina con alcohol
Dejaré mi himen con olor a flor”
En esta parte se tocaba una vagina rosada y peluda de utilería que le gustaba usar a veces debajo de la minifalda.
Volví a la casa deslumbrada con la rima en la cabeza y el recuerdo en la cámara de fotos.
La admiraba. Fui madre en el último año de la universidad y no perdí la oportunidad de entrevistarla para el ramo de radio. Le pedí a Cristeva, mi mejor amiga de la U, que me acompañara. Ella era de la CUDS, un colectivo político universitario cuir. Cristeva me abrió el horizonte de la disidencia sexual y yo lo malinfluencié a tomar alcohol. Llegamos al metro Baquedano, ya estaba oscuro. Quedamos de juntarnos afuera del Teatro de la Chile. No sé por qué me imaginaba que iba a llegar Hija de perra. Se acercó a nosotras un joven con piercings y pelo corto. Era Wally, la persona detrás del personaje. Un ser humano muy piola, amable, de trato suave y voz amorosa. Nos sentamos en el segundo piso de una de las choperías que hay en el lugar. Comenzamos la entrevista.
Fue impresionante ver como al apretar rec en la grabadora Wally se transformaba y de adentro le salía una voz que provenía de su misma persona pero a la vez de otra dimensión. ¿Cual es tu enfermedad venérea favorita? Le pregunta Cristeva. Vaginitis –responde con voz de Perra –cuando se inflama, mmmm, genera un gran placer. Luego Cristeva la invitó a tomar once con la CUDS de ese tiempo. Ahí sí fue de Hija de Perra. Subieron fotos a facebook tomando té y comiendo pan con huevos revueltos con tomate. El comienzo de una provechosa relación de activismos, malas artes y amorosa inmundicia.
Comenzó a ser parte de mi vida y de mi entorno cercano. Aunque por la maternidad reciente no podía seguirles en todas. Pero cuando podía me arrancaba. La primera y única banda que tuve, “Nosotras”, tuvo su primera y única presentación teloneando a Hija de Perra. Cantamos un cover en español de La Bouche: “Se mi amante” y de “Con los ojos cerrados” de Gloria Trevi, en una fiesta en la escuela de periodismo donde nadie terminó la noche siendo heterosexual.
Cuando la entrevisté recién había estrenado Empaná de Pino, su primer largomentraje, junto a su hermana cósmica Wincy Oyarce. Nos contó que en la conferencia de prensa que organizaron luego de la proyección en el Cine Arte Alameda, los periodistas salieron arrancando. “Corrían y corrían los periodistas”, nos decía con esa voz aguda y sobresaltada que no olvidamos. Al poco tiempo, con esta misma amiga de la banda “Nosotras” hicimos un cover acústico de su canción “Reggaetón venereo” en versión lento, con videoclip y todo, y la subimos a Youtube. Así nos divertíamos.
La admiraba.
La incluí también en mi tesis de periodismo, un experimento que mezclaba crónica con ensayo en el que narré un episodio polémico que ocurrió en el Museo Salvador Allende para la presentación del libro “Por un feminismo sin mujeres”, donde la Perra parió una cabeza de chancho y ensució con sangre falsa el piso del museo. Nelly Richard se enojó, pero igual fue a la celebración del lanzamiento en el “Círculo de periodistas”, una cantina sin glamour como el oficio, adornada solemnemente con retratos de colegas destacados, todos hombres. Victor Hugo Robles, el Che de los Gays, la acorraló en la barra y la increpó por haber hecho enojar a su amiga Nelly. De las cosas que más admiraba de ella era su talento como diseñadora de vestuario. Me acerqué para decirle que si algún día me casaba quería que hiciera mi vestido de novia. Aceptó.
El día de su funeral en el Parque del Recuerdo lloré sin privación en la ceremonia que guío su amiga Perdida, quien nos hizo cerrar los ojos y visualizar luces, colores y sentir el lugar donde nos dolía el corazón por el amor que le teníamos y de alguna manera liberarlo. Fue un regalo.
Hoy, a siete años de su triste partida, mi amiga Cristeva subió una historia a Instagram con una foto de los interiores del reciente libro “Insumisas”, editado por Dobleciencia, donde reproducen una nota que le dejó Hija de Perra en un texto que escribió para una conferencia en la universidad: “Me regaló el texto impreso que había leído (ya que no pude asistir a su conferencia y quería que lo leyera) con esta pequeña dedicatoria: “Amigo Cristeva, para que sigas en el camino de la maldad”. La copia la guardo con mucho cariño. Su escritura cada vez era más sólida y divertida. Desencajaba la academia y a las feministas. Escribía de una forma afeminada y travesti”.
Le comenté la foto en su historia. “Me emociona”, me respondió, con un emoji de llanto. Le puse un corazón y le recordé cuando la entrevistamos en esa schopería en la plaza Baquedano para el ramo de la U. Luego me acordé de la once y de los huevos con tomate. Dejé de limpiar la cocina y me vine al computador a escuchar su disco Indecencia Transgénica, despacito para no escandalizar a la menor de edad, y a escribir este espontáneo y pequeño homenaje a nuestra gran, querida y admirada amiga Hija de Perra.
Escrito por Naomi Orellana, agosto 2021.
Fotografía pintada, gentileza de la autora Zaida Gonzalez Ríos.