Por Tiare Velasquez
Entre el verde oscuro y el olor a tierra mojada, cielos grises y dominados por las nubes crecí. Con las uñas sucias, llenas de tierra por aquellas tardes que se movían en la huerta, hurgueteando los arbustos y las plantas. Las anheladas y escasas frutillas blancas daban espacio para la investigación de cada mata mientras que las zanahorias se aferraban al suelo para no ser arrancadas antes de tiempo. Sentada bajo el cerezo de cereza roja, solitaria, veía asomar la nube elefante, la nube tortuga, la nube hombre corriendo, entretanto escupía las semillas con intención de superar mi propio récord de distancia.
En mi luz y en mi sombra, en mi ser externo e interno, soy suficiente. En la ternura que merezco, soy suficiente. En la sensibilidad que merezco, soy suficiente. Entregándome la compasión que merezco, soy suficiente. Whitman ya lo decía: “Me canto y me celebro” ¿Por qué? porque soy suficiente.
Las uñas sucias causan repulsión, signo de poca higiene y descuido personal. Trabajando en los jardines de un amigo, allá lejos en Sydney, mis manos usualmente quedaban con restos de tierra que se encarnaban en mis uñas mordidas y se aferran con tenacidad. ¿Quieres usar mi set de manicura? me ofreció Carolina al ver mis uñas sucias. Respondí que no. Y es que me gustaba ver mis manos en ese estado. Retrocedía en el tiempo; pasado lluvioso y frío, de barro en los zapatos y calzones de lana roja. Reminiscencia de nubes pero no esa con forma de hombre corriendo sino a oscura, repleta de agua; esa que hacía los días en escala de grises, impregnado de olor a humo de estufas a leña con vientos huracanados que dejaban desnudos a los cerezos y abrumado mi pasado por no querer recordar. ¿Por qué estoy acá? Pienso, debe haber una respuesta (salida), debe haber, tiene que haber (rememoro a Brecht). Cri cri cri.
Tiempo atrás, comenzando una psicoterapia, Ingrid Psicóloga me propuso escribir todos los días: 15 minutos: sentada, teléfono en modo avión y cronómetro funcionando. ¿Escribir sobre qué? Sobre lo que apareciera en la mente y se deslizara por el brazo hasta ser traspasado al lápiz y plasmado en el papel. Interesante ejercicio pensé. Cri-cri, cri-cri vacío otra vez.
Sí, fui espectadora de las realidades e irrealidades que habitaban mi ser. Recuerdo el día que escribí que no quería escribir y llené la hoja con: no quiero escribir, no quiero escribir, no quiero escribir. Me sirvió. Validé un sentir a través de la repetición y la escritura. También habité la contradicción porque igual escribí. ¿Por qué estoy aquí? No sé. Es como buscar respuesta del porque estoy viajando en bicicleta. Podría responder, porque me gusta andar en bici. Lo mismo con la escritura, pero en lo recóndito, não sei. Disculpe la inespecificidad de mi respuesta, preciso tempo y tal vez de otras vidas para hallar.
Escucho un maullido, luego otro. Es Lua la gata. Tiene hambre, me pide comida. Mi mente funciona rápido: debo ir a alimentarla. Mi cuerpo no, está rígido desde el cuello hasta las cinturas, me inhabilita. Me retuerzo en la cama sin poder salir de ella. En mi mente aparece la imagen de los gusanos que la vecina me regaló para la compostera, gusanos californianos en movimiento ondulante. No puedo erguirme, los maullidos continúan “miau, miau”. Lo siento Lua es que mi cuerpo no responde. Se sienta y me observa en silencio, observa la lucha con el colchón para levantarme, la respiración agitada, el balbuceo que emito, el ceño fruncido, la lágrima caer.
El músculo subescapular, es de forma triangular y está ubicado en el hombro, pequeño en comparación a otros músculos del cuerpo. Aún así, ese minúsculo pedazo de carne en contracción sostenida, me dejaba inmóvil y sin fuerzas. Después de mucho o poco tiempo logré alzar el tronco, bajar los pies al suelo y sentarme. El peso del mundo sobre mi espalda ¿cómo podría ponerme de pie? entonces, recordé la técnica para levantamiento de pesas: inhala hacia la caja torácica, retén el aire, eleva y exhala. Pude ponerme de pie. Ahora sólo quedaban 14 escalones que bajar y un plato que llenar, pero Lua es paciente.