Por Espe Fuentes Espinoza
¿Cómo narraría la historia de los abortos en esta casa sin esa voz -con la que todas crecimos- del feto que llora? ¿de los tíos en la mesa?¿de las fachas en el congreso?
Primero lo gritaría a los cuatro vientos
no quiero el silencio del secreto para mi feto.
Soy tan pero tan abundante que hago alquimia entre mis entrañas.
Merezco ser regada con agua dorada
alimentada con racimos de uvas chorreando sobre mis labios
echada en sábanas de seda
y el pelo chasconeado por la brisa marina.
Abanícame o págame el pasaje siquiera.
Estoy en Santiago Centro, ¿la micro va vacía o es que me lleva solo a mí?
visita célebre. Limusina con olor al paso de la tarde y dolores ajenos.
Me tomo el lujo de comer una sopaipilla con parsimonia.
Entre que compré el test y lo hice
hubo un lapsus en el que no era verdad.
Seremos madres de una guagua travesti
que mataré a punta de inka kola
pastillas de todos los tipos
y luces led.
Así te conocí yo, buscando pastillas abortivas del otro lado de la frontera y jurando por la virgencita que no llevamos nada escondido en el culo.
Recordatorio:
No todo sexo lésbico es anticonceptivo.
Las tijeras también cortan.
También se entierran en los corazones
o roban esquejes en casas bonitas.
Para no olvidarlo
me haré un abrigo largo
con los cordones umbilicales, enredaderas y corazones rotos.
Madre
abortaré los nietos que siempre quisiste,
se niegan a venir
y yo estoy de su lado
abundante como árbol mamífero que produce tantos frutos prohibidos.
Devolveré el mío a la tierra
lo devoraré como gata
y pondré punto final.
29 de julio 2021
Casa Kuir, Santiago de Chile.
Fotografía de la autora a una la reproducción de una obra de Zaida Gonzalez Ríos.