Por Paula Ilabaca N.
El título del libro de Juana Balcázar Centinela nos sitúa de inmediato en la pregunta ¿Quién vigila? ¿Quién hace la guardia? Habrá varias respuestas según el velo que deseemos correr para leer este texto poético. Pensamos, primero, en que alguien está a cargo y, a la vez, pensamos que si alguien está a cargo, hay otros, otras que sumisas, sumisos, estamos bajo esa mirada de control.
Nos adentramos, entonces, en una cronología que da cuenta de las sensaciones de los no deseados, de la estirpe de la pobreza, de los cercenados, los mutilados. Sobre ellos se cierne el centinela. ¿Quién es? ¿Necesitamos nombrarlo? Se repiten imágenes de estigma, incendio, fuego. Es la luz de los que no se callan, opacada por un velo, es la idea de que se vive a pesar de algo. Lo humano trasmutándose hacia las rocas, los escritorios del colegio, sentirse pequeño, asolado, asilado. Lo humano se corporiza en un cuerpo que ya no está, el de Kevin Gómez Morgado, quien a sus 23 años, fue baleado y asesinado por la espalda por un militar durante el estallido social, en la ciudad de Coquimbo.
El Estado toma posesión del devenir cronológico, pero antes del Estado fue un milico, antes del Estado, ser huacho. Antes del Estado, un maricón. Las voces de los que atacan y los que padecen; esas voces se toman los poemas. La invisibilización tornada un canto. Existimos, a pesar de ser una masa, existimos porque no nos van a silenciar.
El canto del libro responde a un cuestionamiento de qué pasa con el territorio nacional, ya no solo pensando en los 50 años post golpe. La palabra poética nos ayuda a trasladarnos en síntesis hacia años anteriores, de la mano ausente de Kevin Gómez Morgado nos vamos al estallido; pero me gustaría pensar que también estamos con los escolares en la época de los pingüinos, como fue llamada en Chile esa histórica toma de colegios y revolución.
La autora observa los tránsitos anteriores. La autora, desde su propuesta poética no está solo hablando en un sentido. Habla en direcciones que se mueven: hacia el pasado, el presente. La palabra poética se cierne como una forma de ser centinela de nuestra memoria.
La autora realiza viajes hacia la palabra y sus «hojas cuadriculadas» mediada por la naturaleza, posee a los espacios y enfrenta a lo sagrado. De sus faldas pasa a ser un niño. La transmutación es completa.
Las ilustraciones, cuya autoría corresponden a Natalia Rojas, nos invitan a ver un trazado a mano que a ratos sigue una línea que no se detiene, que sigue su camino, como si de un trazado sin levantar el lápiz se tratara. A veces están solas en la página en blanco, tomando posesión de lo que allí habita en silencio. Otras veces están en armonía rítmica con el texto poético, cito: «En mi dedal inserto/ implantado de milagro/ está en palabras para salvarme/ la máscara del infinito». Los trazos de Juana y Natalia se unen y se evocan mutuamente. Nos atrevemos a asegurar que ambas persisten en una compañía que no puede separarse. Su hablante lírico permanece en la naturaleza, realizando trazados que a ratos nos conectan con las ilustraciones que no se detienen, que suben y bajan, que se apoderan del territorio que su voz alcanza a delimitar.
La fuerza de la naturaleza, agenciada por la voz de la autora, permiten que este libro persista a pesar de la violencia, de las voces que a diario pisotean las autoridades, el Estado. Esos pocos que estarán fuera de la poesía, pero presentes en nuestro cotidiano. No debemos transar, hay una esperanza en Centinela, podemos movilizarnos, pues hay un deseo aún latente, un deseo que de que no pasarán, no podrán detener nuestro reclamo.
Juana Balcázar (Coquimbo, Chile, 1997)
Junto al taller editorial Me pego un tiro de la ciudad de La Serena, el 2021 publicó el poemario llamado Centinela, reeditado por Histeria Editorial el 2024. El 2022 publicó Diarios de Siméfira, junto a Editorial Camino. En narrativa, sus cuentos han sido publicados en revistas digitales de Chile como Carcaj.cl y Revista Origami. Y en México, en la revista Punto en Línea de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Participó en el Laboratorio de Escritura Territorial coordinado por Cristóbal Gaete.