Todo, de Daniela Sabrovsky, nos invita a un singular recorrido por uno de los barrios populares más antiguos de la capital chilena: el barrio Matta. Resguardada detrás de una cámara, Daniela enfrenta su nuevo entorno, registra a sus nuevos vecinos, su nueva vida, capturando todo: escenas cotidianas, vitrinas, animales, niños, números, objetos, situaciones curiosas, calles, muros de cemento coloridos, muy pocos árboles, colchones abandonados, hallazgos y algunos experimentos.
Original, sencilla y bien hecha. La escasez de recursos y la inexistencia de artificios que se propone la autora, hacer una película con “nada” (como, no creo que casualmente, se llama su productora), es sobre todo en estos tiempos una propuesta exigente.
Sin acrobacias visuales, ni afanes de virtuosismo. De una sobriedad abrumadora, casi incómoda. Pasa muy lejos del preciosismo forzoso en el que muchos caen al retratar lo popular. A través de palabras en la pantalla y microrelatos en off, logra darle un toque sutil de fantasía, sin poetizar. El humor, cuando está presente, o la emocionalidad, siempre es contenida, aunque luego, se permite excentricidades que rompen y desafían su propia sobriedad. Toques absurdos y fugas de sinsentido que la vuelven leve.
Una manera muy singular de enfrentar una película.“Todo” podría haber sido tan distinta. Daniela Sabrovsky se desafía -no sabemos cuán conscientemente- a una pequeña aventura urbana en la que tenía mucho para naufragar. Sin embargo, con la timidez de una respetuosa foránea, logra encontrar una película -sin personajes, sin historia- en el propio proceso de aproximación a eso. Valiéndose del cine para eso.
Las imágenes han dejado rastros y un guión se descubre -en el mismo momento que probablemente la autora lo encontró- hacia el final de la película. La cinematografía en Todo está en su artesanía. La idea que -se sugiere- da el punto de partida a la película: “coleccionar imágenes”, luego exige organizar y ordenar esas imágenes, y en el afán por pulir el material, de pronto se va revelando un orden oculto.
Una película que exige como espectador a estar dispuesto a entablar un diálogo con ella, y si es posible, mirar dos veces. Las imágenes engañosamente simples, requieren una segunda mirada, más preparada, el ojo ya extendido, para poder captar las conexiones, los hilos invisibles que ayudan a sostener esta especie de poliedro visual del Barrio Matta Sur.
Por Naomi Orellana