Siempre he pensado que la poesía está más cerca del cine que de la literatura. Es una exageración decir siempre. Está claro. Hablo sólo desde mi experiencia. Me sucede que la impresión que deja un plano en los sentidos me resulta muy cercana a la impresión que deja un poema. O la poesía. Siempre he pensado también que hay un punto en que confluyen y se confunden. En que el cine es poesía y la poesía es cine.
Mi vida transita de allá para acá. En algunos momentos. Algunos días. En otros, está lo contrario a la poesía y al cine que es la burocracia y los deberes. La vida de Francisca y la mía se parecen.
Leo su libro por primera vez. A la rápida. Nada especial. Pero ya he dicho que bueno. Nunca he presentado un libro de poesía. Mi escritura y la de Francisca se parecen. Daniela nos contactó. El día de la presentación es la primera vez que veo a Francisca.
Leo su libro por segunda vez. He conversado con ella. La he conocido por chat. Leo su libro otra vez, en el computador, esta vez un fin de semana, con calma. Me gusta. Ella me ha pedido que le haga comentarios. Yo le doy el único tip que tengo: imprime, edita, corrige y así. Cuando estés segura de eso, imprime, lee en voz alta, edita, corrige, imprime y así. Hasta que no trastabilles. Ninguna palabra fuera de lugar. Me dice que así lo ha hecho.
Seguimos conversando por chat. Descubrimos más puntos en común. Planeamos juntarnos, fracasamos una y otra vez. No nos importa. Seguimos hablando. De cualquier cosa. Audios muy largos. Me siento como una madrina.
Intento escribir algo. No me da el tiempo. Hago esto, hago lo otro. Ordeno mi casa, cocino, guardo las teteras de té en el mueble del té. Labores pequeñas. Como mi vida de hormiga, me resuena. Entiendo. La poesía que ocurre donde no se acostumbra que ocurra. La no-ficción.
El cine siempre uno lo entiende después. Por eso odio los cine foros. No hemos hablado de eso con Francisca, no sé si esté de acuerdo.
Entiendo el libro de Francisca días después. Pienso en lo minúsculo. Pienso en las miniaturas. Hace un tiempo escribí una crítica de cine que se llamó “Lo pequeño y lo menor”.
Existe quizás un fetiche cinéfilo tras eso. Como mi vida de hormiga es un libro que requiere concentración de la retina. Cine hecho con palabras. La poesía ocurre en el ojo.
Leo el libro por cuarta vez. Lo imprimo donde mi casera de las impresiones. Recurro a ella cuando se me acaba la tinta. Siempre tiene incienso prendido y como las fotocopias cuestan un peso más caras que las de al lado, suele estar vacío. Un agrado.
Primer día de sol luego de la ola polar en Santiago. Es la presentación del libro. Me siento en una terracita a leer y anoto:
Juego del sinsentido y el absurdo. Extrañeza. Imágenes oníricas. Poesía-Cine No poder escribir ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario y encontrar en esa imposibilidad lo que es propio. Ese uno mismo que no queda de otra y uno lleva a todos lados. (Como dice su epígrafe).
En el cine, el discurso es subterráneo, me reveló un día una amiga cineasta. Francisca eso lo sabe, pienso.
Marco con un corazón mi favorito:
nos estábamos bañando en el río cuando llegan nuestros padres contándonos las nuevas palabras de la semana. tomamos asiento y nos ponen audífonos. somos tres hermanos. eran tres audífonos. dos padres. las palabras de la semana son: mar, pistola y resistencia. mar es un sillón de cuero hecho en madera. ej: bienvenido, toma asiento en el mar. después papá explicó que pistola es un hermoso pájaro del color que quisiéramos y que siempre nos va a proteger. ej: ¡qué reclamo más conmovedor el de las pistolas! finalmente hablaron que resistencia somos nosotros, solo que con nombres distintos. resistencia vendría siendo un sinónimo de alguien, ser, sujeto y semejante. ej: —¡oye resistencia!— no te preocupes, eres mi pistola y este mar lo compré para ti.
Escribo palabras sueltas: A través de la escritura rompe el sentido. “Nuestro metro cuadrado tenía sus propios metros cuadrados”. “Mi película me pidió ser escrita”, dice Francisca y así lo hizo.
Una película escrita. Por favor no confundir nunca, jamás de los jamases, con un guión.
Un primer corte, pienso yo.
Su último verso reza: “soy la fran que quiere vivir en una película de ignacio agüero”.
Una vez Agüero me preguntó que me había parecido una película. Yo le dije “está bien, pero no es un corte final”. Se quedó callado.
Corte. Fiesta en el patio de su casa. Exterior noche. (O día, no recuerdo).
Otra persona me hace la misma pregunta. Vuelvo a repetir mi respuesta.
Agüero me mira y sentencia: “el corte final, es la muerte”.
Anexo: Sobre “Lo pequeño y lo menor”
Quisiera aprovechar para compartir algo que surgió luego de escribir y publicar un texto titulado “Lo pequeño y lo menor”; una crítica que confrontaba dos películas dirigidas por un director y una directora, ambas protagonizadas por transexuales, estrenadas simultáneamente en el mismo festival: Una mujer fantástica (Lelio, 2017), a mi parecer y al de varios, una película sin real mérito cinematográfico, que gozó de un exagerado reconocimiento y Casa Roshell (Donoso, 2017), un film ignorado por los medios de comunicación y los periodistas “especializados” locales, y que sin embargo para otros representaba un tipo de cine al que valía la pena prestarle atención. Una película pequeña, pero interesante, seductora y audaz. La otra, una película grande en cuanto a recursos técnicos y despliegue industrial, que sin embargo no alcanzó a convencer realmente a muchos espectadores sensibles, y también más exigentes. Una producción astuta, pero en esencia, menor.
Lo que surgió, desde el más allá, fue una cita de Andrés Caicedo que encontré días después, luego de recibir diversos tipos de comentarios, favorables y otros indirectamente violentos, por manifestar mi postura.
Cito:
Son películas muy ‘bien hechas’ con todos los visos de ser ‘artísticas’, ‘conscientes’, ‘serias’, y hasta ‘políticas’ (…) qué diferencia hay entre una película buena por lo bien hecha y otra bien hecha pero mala (…) si en el primero designa una totalidad, en el segundo nada más que la parte técnica. En el primer caso, el propósito del autor contaba solamente con una posibilidad de expresión: dar con esa única forma correcta, fue su trabajo. En el segundo caso, el autor puede escoger entre dos o más angulaciones, alguna servirá, tarde o temprano, para transmitir una idea, un tema.
(…)
Pero ahora entrevemos la posibilidad de ir más allá: o sea que al término buena por lo bien hecha, le vamos a escoger (y no acomodar) una serie de películas que son, precisamente, bien hechas, porque el autor ha trabajado conscientemente con el desorden, con la anarquía de estilo, con el argumento horroroso, es decir que a un cine perfecto y desodorizado ha opuesto un cine imperfecto, pero no por falta de medios como decían los cubanos hace una década, sino por agresividad y falta de confianza ante la posibilidad de disponer de todos los medios al alcance. Digámoslo entonces macheteramente: bien hecha=mal hecha.
Fin.
Por Naomi Orellana
Collage de Antagónica Furry para la revista Nuevas Pornos
Textos citados:
CAICEDO, Andrés [Luis Ospina y Sandro Romero (Comps.)] 2009 “Las mejores películas de 1976: ‘Obras maestras’ mal hechas”. Ojo al cine. Bogotá: Norma.
RAMÍREZ, Francisca S. D. “La broma infinita.pdf”, Como mi vida de hormiga. S. L.: S. E..
(Presentación para el libro Como mi vida de hormiga de Francisca Ramírez. Publicado en Revista Nuevas Pornos, Bolivia).