Por Carolina Jacob
A mí me pusieron un nombre “internacional”, o al menos eso pensaban mis padres ese día de primavera en que llegué al mundo. Ellos querían un nombre que existiera en varios idiomas, porque yo, yo sería una mujer internacional.
No sé si fue una profecía autocumplida o un deseo impuesto, pero lo cierto es, que esa decisión de mis padres de ponerme un nombre viajero me ha servido mucho para intentar encontrar mi estado climático perfecto. Porque soy de clima seco. Lo sé, no solo porque es un hecho concreto (que bien sabe el registro civil de Santiago de Chile). Lo sé también, porque es un sentir, y un estado físico que aún estoy descubriendo.
Desde chiquitita que recuerdo que mi cuerpo quería humedecer. Era como si quisiera cambiar de un estado sólido a un estado líquido constantemente.
A través de mis manos y de mis pies siempre brotaban gotas, que humedecían todo lo que tocaban.
El problema fue cuando descubrí que no solo era culpa del clima seco ¡con la humedad las gotitas se transformaban en ríos!
Nada que hacer, siempre han dicho los doctores. Nada que hacer, se te va a pasar con el tiempo, cuando seas grande, más adelante.
Un día entonces pensé que era el calor el problema y no sólo un tema de aguas. Por algo siempre he preferido los inviernos por sobre los veranos, porque los veranos me hacen picar.
Con el calor me pica todo, como de forma chistosa eso sí y por partes – algo educado y de “buen gusto” dentro de todo. Y fue así, y quizá también por este nombre que cargo conmigo, el internacional, que un buen día decidí agarrar este cuerpo – que pica y salpica – y llevarlo para otro clima, uno más bien frío pero ni tan seco.
Y entonces este cuerpo le comenzó a hacer honor a su nombre y se transformó en un cuerpo de mujer internacional. Situación que no ha sido nada fácil, porque ya solo ser mujer es tarea difícil, pero ser viajera sin residencia establecida, es doblemente desafiante. ¿Cómo se puede ser mujer sin una casa? Entonces decidí tener dos casas, así como para, por si me pierdo, tener más opciones de encontrarme en cualquier clima y en cualquier estación que este cuerpo rebelde necesite.
Esta variación climática me hizo bien en un principio, hasta que de pronto todo comenzó a picar de nuevo. No solo las manos y los pies, esta vez picaba como ardiendo. A ratos. Por distintas partes y dejando manchas: en la cara, en las pantorrillas, el antebrazo y la guata.
Urticaria Frigore, casos raros pero existen – dijo el doctor del sur. Nada que hacer, se te pasará más adelante – dijo el del norte. Igual revisemos más, no vaya a ser que entre tanto viaje algo se esconda por ahí – fue la conclusión grupal.
Y el que busca, como bien dicen, siempre encuentra. Y ahí están: anticuerpos autoinmunes, que duermen y no queremos despertar, ellos son los que a veces me hacen picar.
Desde ese entonces que yo pienso que mi cuerpo es un anti-cuerpo, que siempre le ha costado acomodarse bien en sus fronteras, y es por eso que ha querido ser agua cruzando océanos y diluyéndose entre distintos idiomas, husos horarios y direcciones inestables.