Por Pilar Ramos
La clase
No vayas a pensar que soy la típica mujer obsesiva.
¿A dónde fuiste ayer?
Yo había preparado un festín con cuerpos de todo tipo.
Ahí se desenmascararía un misterio.
¿Por qué sueñas a tu madre?
¿Por qué te excitan sus pies?
Tenía todo listo.
Si hubieras llegado un velo de tus ojos caería.
Tenía un secreto que decirte ante todos.
Un hechizo debe continuar.
La maestra de anatomía renunció.
Huéspedes
De la espalda a la sospecha de una escoliosis heredada de papá. De la sospecha a la rodillas y de ahí a un recuerdo fijo en mí de todas las rodillas de las mujeres de mi familia, algunas de parte del abuelo, huesudas y afiladas y otras, como las de la abuela, gruesas, abultadas, a veces perdidas entre la carne rosa y grande del total de la pierna. Sentadas, las rodillas asoman su perfil, es más fácil distinguirlas en su singularidad, como pasa con la nariz. Yo podría reconocer a las personas solo por las rodillas, junto a la narración de un dolor. Unas rodillas inolvidables más por su frustrado potencial que por su forma son la de mi hermano, quien en su juventud soñaba con ser tenista. Demasiado pobre para ser parte del reino blanco de suelas con arcilla.
De las rodillas al talón, yo no sabía que hay una especie de liga que cubre al talón y se inflama generando un dolor crónico insoportable que te recuerda cuántos pasos das al día. Penitencia garantizada junto a la autoobservación exhaustiva de todo caminante, un día sin más el dolor se fue.
Del talón a la piel. Nada más rico que descubrir el placer de rascarse sin ser visto. Rascarse hasta sangrar. Contagiar por medio de las uñas otras zonas del cuerpo para reproducir el picor. Decían que era sarna, una araña microscópica habitaba la primera capa de mi piel, la comezón era el aviso de que el bicho estaba excavando en mi carne, lo imaginaba, pequeño, gris y con un casco que lleva un foco al frente para ver. Es ridículo que lo imaginara así, pero, tal vez esta imagen volvía un poco graciosa y soportable mi situación.
Otra opinión médica lo cambió todo, ya no era sarna, era mi propio sistema inmunológico que como señora irascible sin crédito en venta nocturna me atacaba sin piedad. Ella también estaba adentro. El picor continúa. La cita para hacer las paces sigue abierta.
Enigma amoroso
Ay my love, me encanta escuchar tus audios antes de dormir, sos tan bella mi loca, tan amena, tan brillantina, tan bonita mi bonita. Siempre haces que me cague de risa, así como quieres que me duerma. Si yo tuviera un cachito de tu vida, de tu variedad, entonces ya no te escucharía. Sólo estoy aquí para ti y ser tu voyeur, tu virgen hambrienta. Reírnos y contener las vísceras y sus líquidos amarillos aguantados desde horas atrás, años atrás. My love, cuando ganemos ese millón de pesos que tanto pregona nuestro tarotista, ese de la voz sensual y las manos lindas, nos iremos con él al mar, seremos dichosos los tres, dejaremos de seguir por fin a los hombres ingratos, ñeros y culeros, nos turnaremos las tres para los tres, pedas y marihuanas, por siempre o en un cacho de siempre que nos quede libre en el fondo de la bolsa. Es que, qué hacemos querida, así debe ser a cambio de esos pinches trabajos en el hotel o en cualquier lugar donde se atienda el peso del descanso de otros, esos otros con sus 12 habitaciones en chinga, date el gusto, yo me lo doy seguido, siempre que puedo, que te escucho. Descansa el asterisco, mientras me cuentas otra vez la historia de ese encuentro en la isla a la que llegaste nadando y ahí estaba ese muchacho, todo desnudo para ti. ¡Muero! Pero cuéntamela tú, que no te creo nada, cuéntame otra vez, anda Leo chula y te dejo de joder, me dormiré por fin, ay diosmía, otra vez, mejor la del psiquiatra, ese con el que te irías de viaje, sí, aquel, al que le mandaste una foto postal de un paisaje en el que tú estabas y él no era capaz de distinguirte entre la maleza, ese que nunca entenderá tu enigma amoroso, el hombre gris de cabello rubio, traje arrugado y ojos color alberca, ese que orita mismo te hace llorar. No my love, no llores, cómete una gomita de mota y sumérgete en la tina de agua tibia de tu pequeño baño, en tu pequeña alcoba, escucha a Patrick tarot de rostro fantasma y sudadera negra, ojalá sea guapo, muy guapo, ojalá podamos dormir, pero antes contémonos el primer encuentro exhibicionista de la infancia, corriendo despavoridas hacia no sé donde, después de que esos hombres se la sacaron toda frente a nuestros ojos, irrumpiendo en mi vestido verde limón de domingo y a ti en tu piel asoleada de niño. Corrimos my love, nos ocultamos, porque nadie nos había dicho. Y nos sigue pasando, sigue sucediendo, llegan en pantallas, a las 3 de la mañana, nos quitan el sueño, sonreímos, nos gustan y ya no corremos, si acaso un malestar, un disgusto, luego el bloqueo, pero seguimos invocando el desconcierto para luego pintarnos la boca de noche en plena calle.
Soy puro cuento
Palpitación sonora, sopa maruchan sale de mi boca pintada de rojo ciruela, la cabeza hueca me invita a meter la cabeza.
ÉRASE UNA VEZ AHORITA MISMO, un brote ante el esfuerzo sobrehumano, mi 101% para que se salten mis ojos y éstos giren como bolas de ábaco. Hazme una pregunta y te diré una fatalidad. Me duele la cabeza y mi espalda da al futuro. Si volviera a verlo todo otra vez, me llevaría poquitas cosas, sólo las que pueda sostener con mis dos manos. Creo que el problema es el peso. Estoy tapando casi todo lo que escribo, bloquear palabras es una ilusión para aligerar el paso. Lo más pesado son mis ojos, su sala de espera se desparrama junto a plantas selváticas de plástico y esa vieja canción tan conocida. La sala no se vacía a pesar de las promociones y descuentos. Siguen esperando entrar a la cabeza que apenas vomitó la sopa maruchan de elote y camarón, los labios siguen rojos y los ojos en blanco.