Un acto de doble signo, es una sección dedicada a la obra del realizador argentino Gustavo Fontán, quien ha sido director de cinco obras de teatro, guionista, actor y ha dirigido desde el año 1992 hasta la fecha 17 películas. En esta oportunidad, nos detendremos en tres de sus últimas obras: El limonero real (2016) y el díptico Jardín de piedra y Luz de agua, realizadas y liberadas para todo el mundo a través de internet durante la pandemia.
Reconocido lector (más que cinéfilo), describe su práctica cinematográfica como una forma de interrogar al mundo. Las referencias e inspiraciones poéticas en estas tres obras y el lugar que ocupa la palabra, pueden leerse como un manifiesto artístico, en el que la relación con la imágen, en toda su potencia y misterio, hace eco con lo que el poeta y ensayista peruano Mario Montalbeti en “El pensamiento del poema” describe como lo innombrable: “Lo innombrable no es un objeto que no tiene nombre ni un nombre que no tiene objeto. Es, o será, más bien, un nombre que no tiene nombre”. Es decir que está fuera del lenguaje. Cierto tipo de cine y cierto tipo de poemas, son capaces de erguirse justo en ese borde.
Luz de agua, estrenada en enero del 2021, es una película donde la relación de luz solar con nuestro planeta es la protagonista. Nos incita a una cavilación lumínica y propone una experiencia sonora que nos abduce a un plano filosófico donde la palabra es desintegrada. Por su parte Jardín de piedra, su hermana mayor, liberada en agosto del 2020 en pleno confinamiento mundial, es una pieza muda, dedicada al director de sonido a Abel Tortorelli; homenaje u operación radical, la recibimos como un regalo que nos remitió a una raíz ontológica del cine: entablar a través del ojo un diálogo con el mundo.
El limonero real, es un largometraje estrenado en el 2016, inspirado en la novela homónima del escritor argentino Juan José Saer. Representa un caso notable y singular, contemporáneo, de adaptación de una obra escrita al plano cinematográfico. Hazaña que el mismo Gustavo Fontán plantea como “Un acto de doble signo”:
“Un acto amoroso, por un lado, el amor a un texto, el reconocimiento de esa huella que un texto deja en nosotros para siempre. Pero, por otro, es un acto cargado de violencia. Es a partir de un texto; pero solo desprendiéndose del texto puede nacer una película”.