Por Lien Ale
El calor de su pecho
Corro y me refugio en el calor de las tetas de mi abuela.
La abrazo fuerte y me quedo en ahí hasta que se calma, el llanto de caerme en el patio o en la calle.
Hasta que pasa el dolor de la ausencia de mi papá a diario, de la ausencia de mi mamá ese fin de semana.
El dolor de ser chiquita y sentirme sola en este mundo
pero con la certeza de tenerla a ella
su calor,
su cariño,
su comida.
Me refugio en ese calor en todas y cada una de mis penas,
y en cada alegría la estoy abrazando.
Me refugio en el calor de las tetas de mi abuela
y dejo de sentir el dolor de su ausencia.
Me sueño a mi misma envuelta su calor, en su abrazo,
y vuelvo a sentirme niña en el lugar más seguro del mundo.
El calor de su pecho
viejito y sabio,
de tanto amor
Macoña, luna y estrella
Nos acostumbramos
al sonido del silencio
el estero que corre cerca
el viento en los árboles
y las aves que los habitan
a veces rompemos el silencio
que no es silencio, con música
y bailamos, a veces corres,
tus patas suenan rompiendo
las hojas y las ramas
entonces un ruido extraño
un sonido que no es de
nuestro silencio
y paras tus orejas y corres
saltas las rocas y observas
que no sea nada
entonces vuelves me miras
todo está bien, no lo dices,
pero lo siento.
Lo cotidiano
Desde que no estás en mi vida me he vuelto pésima en hacer el desayuno.
Se me quema el pan,
se me olvida que dejé la cafetera prendida
y cuando siento olor a café está vacía.
Preparar el desayuno no tiene sentido.
Si no eres tú quien espera durmiendo que llegue con café recién hecho y huevos con queso a la cama.
Preparar el desayuno no tiene sentido.
No tiene sentido si no está implícito en el pacto
dónde tu me llevas desayuno cuando duermo en tu casa
y yo te llevo desayuno cuando duermes en mi cama.
Desde que no estas, el único desayuno que me queda bien,
es el de la gata, 20 gramos de pellet en su plato,
aún así queda con hambre.